Sobre Héroes y Tumbas

SOBRE HÉROES Y TUMBAS, de Ernesto Sábato

Hoy, aprovechando que esta semana se cumple un aniversario más del nacimiento de Ernesto Sábato, no voy a recomendar especialmente un libro suyo, sino al autor mismo; un autor que, por lo demás, no necesita recomendación. Aún así, al final añadiré un par de frases sobre la principal novela de Sábato, para justificar el título de esta reseña.

Ernesto Sábato fue científico, novelista y pintor. Tuve la oportunidad de admirar sus inquietantes cuadros en Santos Lugares, durante una de las visitas guiadas que ofrece su nieta en la casa del autor. En esos cuadros no vemos paisajes claros y distintos, como en la mayoría de los cuadros; es decir, no hay una “representación”, como tal. Más bien encontramos seres de otro mundo, que gritan desde el fondo del tiempo, sueños sin fin, larvas de vida que buscan abrirse paso entre las tinieblas. Es como si Sábato hubiese abierto los ojos a una realidad tan oculta y a la vez tan fascinante, que no le quedó otra salida que pintar lo que allí vio, como hizo Richard Upton Pickman, el personaje del relato de Lovecraft. En un orden místico se diría que “dio testimonio de sus visiones”. He ahí la diferencia sustancial que existe entre vista y visión, diferencia que también permea los dominios del arte.

Tan golpeado quedé por aquellos cuadros, que me di a la tarea de buscar el libro publicado en 1995 por Seix Barral, con la obra pictórica de Sábato. A pesar de que la publicación estaba fuera de catálogo, un anticuario español poseía un ejemplar, y me lo hizo llegar con una amabilidad que agradeceré siempre. Ahí está el Sábato íntimo y sabio, el que dejó de escribir, porque quería dedicarse a pintar, como antes dejó la ciencia porque quería dedicarse a escribir.

Una anécdota: siempre leí que Sábato se había quedado ciego y que por eso abandonó la literatura. Su nieta nos reveló que tuvo que “hacerse el ciego”, para que sus amigos no siguieran insistiendo en que volviera a escribir; así, pudo dedicarse tranquilamente a desarrollar su arte visionario, que constituye a mi juicio, junto a sus ensayos y parte de su obra novelística, el núcleo de su legado.

Se dice que la puerta de entrada a un escritor es su libro menos complejo, aunque, en mi experiencia, si nuestra sensibilidad resuena con un autor o autora, da lo mismo por donde se entre en su obra; por la puerta central o por la chimenea. En este caso, yo recomiendo en primera instancia, leer los breves y cortantes volúmenes de ensayos de Sábato (Uno y el universo, Hombres y engranajes, El escritor y sus fantasmas, entre otros). Están llenos de definiciones paradójicas, de pensamientos profundos, de frases que dan cuenta de la ambigüedad, grandeza y miseria de la condición humana, y que guardan aún intacto su “filo”. Por ejemplo, esta frase acerca de los peligros de la extrema especialización: “El experto comienza sabiendo mucho de poco, y termina por saberlo todo de nada”.

De entre las novelas de Sábato, obviamente, El túnel es su libro-insignia, como lo es El lobo estepario entre las de Hermann Hesse. Sin embargo, es Sobre héroes y tumbas ese libro que puede cambiar una vida. Sobre todo, una de sus partes, Informe sobre ciegos, donde acaso podría encontrarse la clave de su obra pictórica, y el Sábato más hondamente misterioso y humano.

Siempre le reprocharon al autor que el Informe sobre ciegos no tuviera nada que ver con el resto de la novela. Incluso le recomendaron extirpar esa sección, para conferirle unidad a la obra. La respuesta que dio es una muestra de la soberbia precisión sabatiana: “Sería como extirpar de la vida los sueños”.

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